Se acerca el buen tiempo y con él la exposición al sol. Ya sea voluntario o involuntario nuestra piel tendrá contacto con los rayos ultravioletas, debemos protegernos y cuidar nuestra piel, ya que de no hacerlo ponemos en peligro nuestra salud. Las consecuencias pueden ser desde manchas cutáneas y envejecimiento de la piel, que sólo tiene repercusión estética, hasta cáncer de piel.
Aunque no todo es malo, de forma moderada el contacto con el sol nos aporta vitamina D, necesaria para nuestro organismo. Para ello os vamos a ofrecer unos sencillos consejos a tener en cuenta:
Alimentación y preparación
Para empezar podemos preparar nuestro cuerpo, para ello es interesante consumir alimentos ricos en caroteno como la zanahoria y el tomate, ya que éstos alimentos fabrican vitamina A que facilita la producción de melanina encargada de dar color a la piel.
También podemos tomar maíz, brócoli, yema de huevo y kiwi, estos alimentos contienen alfacaroteno, una sustancia que nos protege de los rayos solares (que no es sustitutivo de las cremas solares). Y no olvidarnos de los alimentos ricos en vitamina E y B, que evitan la deshidratación y la descamación de la piel y ayudan a fijar el bronceado.
Debemos tener en cuenta si estamos tomando medicamentos como antibióticos, las sulfamidas o los anticonceptivos. Tales medicamentos pueden producir fotosensibilización de la piel, lo que provoca manchas muy difíciles de eliminar.
Factor de Protección Solar
La radiación es mas peligrosa en las horas centrales del día, entre las 12:00 y las 16:00, por ello se recomienda evitar el contacto directo durante esas horas, y si no se puede, evitar hacer esfuerzos físicos importantes y siempre con cremas con Factor de Protección Solar (FPS).
Fuera de estas horas de mayor incidencia del sol también debemos usar estas cremas y, para un mejor uso de ellas, debemos conocer nuestro tipo de piel, ya que hay distintas tolerancias y distintos factores de FPS.
El FPS es un índice que nos indica el tiempo que podemos exponernos al sol sin riesgo de quemaduras si no se hubiese aplicado ninguna protección. Por ejemplo: si una persona puede exponerse al sol el primer día 10 minutos sin tener enrojecimiento ni quemaduras, un FPS 15 utilizado adecuadamente la protegerá del sol durante 150 minutos (10×15).
Es recomendable aplicar el protector solar en casa por lo menos 30 minutos antes de la exposición al sol, y volver a aplicárnoslo cada hora y media aproximadamente dependiendo de la piel y el factor de protección utilizado.
Bronceado y post-bronceado
Si nos hemos decidido a tomar el sol de manera continua, es mejor hacerlo de forma progresiva. Evitar tomar el sol de forma brusca y exponernos poco a poco, ya que si quemamos nuestra piel una vez, existirá mayor riesgo de desarrollar cáncer de piel.
Después de la exposición al sol es recomendable ducharnos con agua tibia para cerrar los poros y eliminar los restos de crema, la sal del mar o el cloro de la piscina. Una vez nuestra piel esté limpia, utilizar una crema, leche o gel «aftersun», estos productos contienen elementos calmantes, antinflamatorios, hidratantes, suavizantes y regeneradores del epitelio, con lo que además de reparar e hidratar la piel, evitan o mitigan la sensación de dolor, tirantez y ardor, y poseen también un efecto protector y fijador del bronceado al evitar la descamación.
Si aún así notamos que nos sale alguna mancha, cambia el color, tamaño o forma de nuestros lunares, pecas o rojeces pueden indicar la aparición de un cáncer de piel. No hay que dudar en visitar al dermatólogo para descartar que sean malignos.
¡Y disfruta del sol!
Tras estos consejos ya podemos disfrutar del sol tanto en la playa como en la montaña. Te dejamos con este post para cuidar tu pelo de las agresiones del verano.