En los tiempos que estamos viviendo, todo lo que es artículo de primera necesidad tiene una demanda, pero lo que no está considerado como tal ha sufrido y sufre un buen parón en nuestra sociedad. Muchos centros de belleza y peluquerías al igual que otros tipos de negocios se han visto obligados a bajar la persiana.
Los centros de belleza que se mantienen a lo largo de los años suelen ser aquellos en los que sus trabajadores están mejor formados y han regulado sus precios en función del mercado actual.
En la actualidad, un centro de belleza que solo depile, haga manos, pies y limpiezas de cara está condenado al cierre. Tenemos que introducir calidad de servicio, con una buena formación del personal. Tenemos que hacer bien nuestro trabajo, dejando en el cliente la sensación de que nuestro centro es único. En este sentido, nos pueden ayudar mucho pequeñas cosas como por ejemplo ofrecer una bebida mientras realizamos determinados tratamientos, tener muy trabajado el tema de la iluminación, utilizar velas aromáticas o personalizar el olor de nuestras instalaciones.
Tenemos que pensar que no solamente somos esteticistas, sino que nos formamos en el mundo del bienestar, nos tenemos que implicar pensando que nosotros damos calidad de vida, damos belleza y bienestar, autoestima, relajación, compañía… En las camillas, el ser humano desnuda su cuerpo y su alma, nosotros tenemos que transmitirle confianza, valor, optimismo, autoestima, coraje, cariño… solamente con el contacto de nuestras manos y un ambiente personalizado. Si somos de esos centros que se mantienen, tenemos que formarnos para que nuestro centro sea un referente de calidad no solo en el campo de la estética, sino en el campo humano y del bienestar. No es lo mismo ir a depilarte a un centro de estética que parezca una sala de urgencias que ir a uno en el que te ponen tu música preferida, te invitan a un café y encima escuchan lo que cuentas.